—Oiga usted, don Mirón, ¿en qué se basa la fama que tiene Zapata, su héroe mexicano? ¿Cómo es que se ha puesto tan de moda últimamente?
—Déjeme contarle, mi John Smith, que, a partir del 1 de enero de 1994, durante el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari, el general Zapata, uno de los héroes de la Revolución Mexicana, brilló con nuevas luces debido al estallamiento de la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el estado de Chiapas. Emiliano Zapata, llamado el Caudillo del Sur, lideró en el estado de Morelos y alrededores la rebelión comenzada por Francisco I. Madero el 20 de noviembre de 1910 para derrocar al dictador Porfirio Díaz, luego de que éste se mantuviera en el poder por más de treinta años, de 1877 a 1880 y de 1884 a 1911. Del año ’80 al ’84 de aquel convulso siglo XIX, Díaz le “prestó” la presidencia, por decirlo así, a su compadre Manuel González.
—Compadrazgos desde entonces en México, ¿eh?
—Así es, mi Juanito, ¡huy!, y desde antes. Pues mire usted, cansados de tanta tiranía y del robo de sus tierras, los campesinos de Morelos nombraron en 1909 a Zapata como presidente de la junta de defensa de las tierras de Anenecuilco y, en el desempeño de su cargo, don Emiliano solía poner al lado de su firma la famosa frase “Tierra y Libertad”. Cabe decir que Zapata se internacionalizó más gracias a la propaganda del EZLN y al apoyo que este movimiento recibió del grupo de rock estadounidense Rage Against the Machine, que en sus conciertos luce la estrella roja de los nuevos zapatistas del ejército chiapaneco. Pero empecemos por el principio: don Emiliano Zapata vino al mundo el 8 de agosto de 1879 en el poblado de San Miguel Anenecuilco, en el estado de Morelos. Su primera instrucción la recibió del maestro Emilio Vera, quien años atrás había sido soldado de Benito Juárez.
Pero dado su origen humilde, Zapata no pudo seguir sus estudios y debió trabajar como campesino.
Con el tiempo, se fue volviendo muy hábil en el manejo de los caballos y por eso se convirtió en el caballerango de personas ricas, entre ellas, Ignacio de la Torre y Mier, quien llegaría a ser yerno del dictador Díaz y que quedó impresionado con el trabajo de Zapata atendiendo la caballada de la hacienda de San Carlos Borromeo, en Cuernavaca, en el mismo estado de Morelos, en el que De la Torre y Mier poseía una hacienda en Villa de Ayala.
Poco después de iniciada la revuelta maderista, Zapata organizó un ejército para contribuir a la caída del tirano Porfirio Díaz y conseguir la devolución de tierras a los campesinos morelenses. Pero al triunfo de la Revolución, vio que el gobierno interino de Francisco León de la Barra tardaba en devolver las propiedades robadas a sus dueños, así que se rebeló. Para apaciguarlo, Francisco I. Madero, en su calidad de candidato presidencial, viajó hasta Morelos para entrevistarse con Zapata.
No se llegó a acuerdos definitivos, pero, aprovechando su estancia en el estado y para exhibir su buena voluntad, don Emiliano le pidió a Madero que fuera su padrino de bodas el 20 de agosto de 1911, fecha en que el Caudillo del Sur contrajo matrimonio con Josefa Espejo Sánchez, perteneciente a una familia rica morelense que desaprobaba dicho enlace.
Pero la devolución general de tierras siguió sin efectuarse durante las primeras semanas del periodo presidencial de Francisco Madero, así que Zapata se levantó en armas contra su gobierno con la proclama del Plan de Ayala el 25 de noviembre de 1911, en el que desconocía a Madero como jefe de la Revolución y presidente, puesto que el pueblo mexicano, cito: “fue a derramar su sangre para reconquistar libertades y reivindicar derechos, y no para que un hombre se adueñara del poder, violando los sagrados principios que juró defender”. Fin de la cita.
—Oh, qué pena que hayan peleado entre sí dos grandes hombres mexicanos.
—¡Absolutamente cierto! Bueno, ahí tiene, don Smith, que el viejo movimiento zapatista fue agrarista, es decir, centrado en el valor de la tierra para los campesinos.
Gildardo Magaña, un hombre incorruptible, como el mismo Zapata, fue el negociador de éste ante Madero, pero su fidelidad al caudillo sureño le valió ser apresado mientras desarrollaba una comisión en la Ciudad de México, pues no había modo de conseguir su colaboración para hacerlo deponer las armas según los términos del gobierno maderista. Y esta lealtad sólo es un botón de muestra de cómo, pese a los descalabros que recibió el zapatismo en el terreno armado, la lucha inquebrantable de don Emiliano hizo que sus hombres se mantuvieran fieles a él en todo momento.
Zapata se convirtió en un símbolo por su sólida fe en sus ideales, la cual lo hizo chocar contra otro gobernante de México, el ex porfirista Venustiano Carranza, por lo que éste lo mandó asesinar. La traición se consumó el 10 de abril de 1919 en la Hacienda de Chinameca, cuando Zapata, al tratar de entablar una alianza militar, fue recibido por una guardia armada que, en lugar de rendirle honores con los fusiles, lo acribilló. El héroe agrarista contaba entonces con apenas 39 años, por lo que se ha vuelto un ejemplo de entereza y valentía sobre todo para los jóvenes. Y ¡que viva Zapata!
—Sí, ¡que viva Zapata!